El ser humano necesita del arte para reflexionar, para verse reflejado, para su gozo estético, para conectar con emociones profundas; se podría decir que el arte nos hace más humanos. El arte está sujeto al espectador: sin espectadores el arte carece de sentido. El discurso artístico se construye en la alteridad; es en la mirada del otro donde habita el sentido; cuando la comunicación entre artista y espectador tiene lugar, mediante un intercesor: el objeto de arte.
Desde mi infancia, he sentido la necesidad de proyectar el mundo de las ideas, de la imaginación, sobre un soporte material, ya fuera papel, lienzo o madera, para así plasmar esas ideas y emociones, para dejar constancia física de ellas en un objeto artístico.
Mis referentes artísticos van desde Aubrey Beardsley, Kees Van Dongen, pasando por elementos contraculturales, la estética televisiva de los años ochenta, la imaginería mexicana, la exploración del cuerpo femenino, hasta las reminiscencias al fauvismo y al primitivismo.
En mis obras utilizo un amplio abanico de técnicas y materiales, desde los clásicos hasta los más inesperados. Siempre me ha interesado la experimentación y la innovación artística, ya que los lenguajes del arte, actualmente, son más libres que nunca. Los límites del objeto de arte se disipan; lo improbable se convierte en realidad; los sueños se materializan en el lienzo.